viernes, 30 de septiembre de 2011

VERDADERO DIOS, VERDADERO HOMBRE…


“Para vivir a plenitud lo espiritual se hace necesario vivir a plenitud lo humano. Así mismo, para alcanzar a manifestar la grandeza de lo humano se hace totalmente necesario vivir la experiencia de lo divino”.

Por lo general, pareciera que siempre que se hablara de la dimensión espiritual de lapersona,se estuviera refiriendo a algo estrictamente abstracto o a algo meramente ideal, razón por la cual se considera que aquel que reflexiona en la espiritualidad del hombre se está sumergiendo en un océano de “falsos positivos”, de lenguajes románticos, de pseudo-verdades e ideologías que lo único que pretenden es expresar, en lo divino, los deseos más profundos del hombre, como lo afirmaba Feuerbach.

Por otro lado, se encuentran los que pretenden afirmar solamente lo humano del hombre y se expone aquí todo lo contrario al caso anterior. Se cae entonces en un antropocentrismo absolutizado que busca establecer que la única realidad verdadera es la corporeidad. Se busca así la aniquilación de la unidad substancial del cuerpo y del alma, de la relación entre ser existencial y ser trascendental. Se busca arrancar del hombre una de sus dimensiones fundamentales y rellenar el vacío con un materialismo excesivo.

Sin embargo, la realidad es otra. El ser humano no puede dividirse; no puede existir una dicotomía entre su corporeidad y su espiritualidad. Es necesario que se mire de una manera unitiva, es decir, tener claro que ambas partes deben permanecer unidas si no se quiere desequilibrar la balanza.

Ante esto, no existe mayor prototipo o modelo que Jesucristo, el cual siendo de condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios sino que se humilló haciéndose un hombre cualquiera (Fil 2, 6-8). En Cristo se ve manifestada la unidad de lo divino, espiritual, y lo humano. Claro está que en Él se da de una manera perfecta mientras que en el hombre se manifiesta imperfectamente, puesto que Cristo las posee en plenitud y por ello decimos que es plenamente humano, plenamente divino.

Lo que se pretende mostrar es que el hombre debe verse bajo la óptica de Cristo si se quiere abarcar en su totalidad e integralidad, para que, de esta manera, se logre dar una interacción positiva entre ambas partes, lo cual generaría la expresión perfecta de su ser en la imperfección de la existencia.

A esto ha de agregársele lo que esencialmente debe permanecer como garante de la unidad: el amor. Solo este amor, que es expresión divina porque Dios es amor, logrará hacer que el hombre manifieste su humanidad, pues no existe nada más humanizante que el amor y ante esto volvemos a tener como referencia a Cristo, Nuestro Señor. El amor es el broche de la perfección, pues solo en él, el hombre es verdadero hombre y, a la vez, es verdadera muestra de su ser divino.

jueves, 22 de septiembre de 2011

“LA TEOLOGÍA EN EL HORIZONTE DE LA VERDAD”


Para emprender un camino serio hacia la búsqueda de la verdad se hace necesario que el hombre, sujeto de estudio, se cuestione siempre por lo que es la verdad. Esta búsqueda de la verdad ha de generar en el hombre unaconvicción tal que lo lleve a considerar como “ciertas” las conclusiones de tan incesante búsqueda, y es aquí donde la fe entra a jugar un papel fundamental.

El camino de la verdad exige para el hombre un “creer”, como afirma el cardenal Ratzinger, “creer significa que en su ver, oír y comprender, el hombre no contempla la totalidad de lo que le concierne; significa que el hombre no identifica el espacio de su mundo con lo que él puede ver y comprender, sino que busca otra forma de acceso a la realidad, a la que llama fe…”.

El ser humano, dominado muchas veces por un sentimiento de frustración al no poder alcanzar su anhelo de verdad, se ve apremiado por el afán de encontrar un camino seguro que lo lleve a alcanzarlo, se ve envuelto en una encrucijada, en donde existen muchas respuestas que se presentan como verdaderas y en donde se ve casi en la obligación de elegir aunque no esté totalmente convencido de ello.

Es aquí donde considero firmes las palabras del Cardenal Ratzinger: “quien intente hoy día hablar de la fe cristiana a gente que ni por vocación ni por convicción conoce desde dentro la temática eclesial, advertirá bien pronto lo extraña y sorprendente que le resulta tal empresa”.

El hombre de hoy se ve llamado a buscar el horizonte de la verdad. Un horizonte que sólo encontrará cuando se siente a reflexionar seriamente, no sobre una idea o un concepto sino sobre una persona y un acontecimiento, como lo menciona el Papa Benedicto XVI en su encíclica “Deus Cáritas Est”. El horizonte de la verdad para el hombre se encuentra disponible con toda su luz y esplendor en el Verbo Encarnado, en la Palabra hecha hombre, en Jesucristo. Así lo afirma la encíclica Veritatis Splendor: “la respuesta decisiva a cada interrogante del hombre… la da Jesucristo; la respuesta es la persona misma de Jesucristo” (#2)

Considero que el Cardenal Ratzinger ha querido llegar a una conclusión como esta y ha deseado mostrarle al hombre la necesidad de mirar más allá, de buscar con ahínco y decisión, de tener un firme criterio de fe para que las olas amenazantes del mar no logren hacer naufragar su barco.

En este punto la teología se presenta al hombre como camino que lo orienta hacia la verdad; verdad que ha sido revelada en la persona de Jesús y que está dispuesta a dejarse encontrar para que el mismo hombre pueda permanecer en Él.

JULIÁN ANDRÉS QUIMBAYO ARIAS
I TEOLOGÍA MIES